domingo, 30 de octubre de 2011

27 enero 2005 (2) 20 minutos

27 gener 2005 (2)

 
El company Albert Castillón coneix de primera mà tota la tasca que en Robert ha desenvolupat en tots aquests anys de feina en benefici de les víctimes del terrorisme. De fet es un dels periodistes mes consultats alhora de fer aquest blog malgrat es troba mes temps a Madrid que a Barcelona. Aquest es un article publicat al diari “20 minutos” de 27 de gener de 2005. A continuació de l’article i com a mostra del coneixement mutu entre l’Albert i en Robert podeu trobar l’escrit que va dirigir en Robert en el llibre “Pido la palabra” publicat el novembre de 2008.

Dobles víctimas.

Hace 12 años se celebró un concierto en el Palau dels esports de Barcelona a favor de las víctimas del terrorismo. Fue un fracaso de público. Serrat fue uno de los que acudieron sin dudarlo, mientras LLuis LLach dijo que "no cantaba para ese grupo de fachas". Yo estaba allí y el PP intentó hacerse suyo el acto colgando una pancarta en la puerta. Los convocantes la retiraron inmediatamente. Años después, tras la muerte anunciada de Miguel Angel Blanco, se celebró otro concierto en Madrid, y cuando salió a cantar Raimon fue abucheado por hacerlo en catalán. Ahora, mas de lo mismo en la manifestación de Madrid. Algunos indeseables del PP en Madrid han comprado con subvenciones a la Asociación de Víctimas del Terrorismo y están manipulando a su beneficio lo más sagrado, las víctimas. La Asociación de Víctimas de Organizaciones Terroristas de Catalunya, presidida por Robert Manrique, ha sido un ejemplo de independencia política que sólo pretende mejorar las condiciones de las víctimas. Estos días nadie ha preguntado a Esperanza Aguirre por qué Pilar Manjón, la portavoz de las víctimas del 11-M, tiene que pagarse el psicólogo de su bolsillo. Sólo les preocupa su filiación política.





EL ANGEL DE LA GUARDA
Me veo de noche, en la semioscuridad de mi habitación compartida con mi
hermana en un humilde piso del barrio del Turó de la Peira. Siempre se
escuchaban ruidos en el techo a esas horas, como pies que caminaban a
toda prisa. De mayor descubrí que eran las ratas que vivían entre los
dos apartamentos, en el hueco abovedado que dejaba el cañizo, el yeso y
el ladrillo bien rebozado de cemento con aluminosis. Era en ese cuarto
piso sin ascensor donde yo más rezaba al ángel de la guarda. Lo que
siempre me habían enseñado. Hace falta vivir más de media vida para
descubrir que los ángeles existen y están entre nosotros, son seres que
sin proponérselo han nacido para hacer felices a los demás y de tanto
intentarlo, lo consiguen. Roberto Manrique es uno de mis ángeles. Le
conocí una madrugada de domingo a lunes, pasadas las tres durante la
realización de un programa que presentaba para una emisora nacional. Se
llamaba "Hasta que salga el Sol". Tenía que ser un espacio para la
radio-fórmula que yo aborrecía, de forma que engañaba al director de la
emisora y simulaba seguir sus directrices hasta la una de la madrugada.
A partir de esa hora en la que sabía que el jefe dormía, transformaba
el programa en un foro de debates con reportajes, documentos, invitados
y sobre todo opiniones por teléfono de los oyentes. Duró unos meses
hasta que se enteró y acabaron con él y conmigo.  Esa noche recibí una
opinión de un tal Roberto de Barcelona. A los pocos minutos de hablar
con él se identificó como víctima de Hipercor y su mensaje fue tan
enriquecedor a la vez que transparente que no pude más que conocerle.
Desde ese día, hace más de veinte años, "Manri" es mi amigo. Lució
durante años la camiseta de mi emisora para sus interminables
campeonatos de tenis e intentó infructuosamente durante décadas que la
patrocinara la cadena de radio a la que pertenecía. No hubo manera. La
prensa también ha ignorado a las víctimas durante décadas. Manrique
tiene la sagacidad del que nunca ha tenido nada y la inteligencia del
listo hecho a sí mismo. Pide con la misma generosidad que ofrece y es
capaz de darlo todo pero también de pedirlo, nunca reclamarlo. Confieso
que le he utilizado en multitud de ocasiones. Yo debo confesar que una
tarde de viernes  a las siete de la tarde me vi forzado por cuestiones
familiares a realizar una mudanza de muebles de una vivienda familiar a
otra. Ninguna empresa se prestaba a hacerlo hasta pasada una semana.
Entonces llamé a Roberto y él lo consiguió en pocas horas. Antes
nuestro ángel ya hizo otro de sus milagros consiguiéndome un equipo de
albañiles para hacer una obra menor en mi casa en tiempo record. Lo que
no consigue Manri no lo consigue nadie. Por eso ni puedes ni quieres
negarte a dárselo todo si te necesita. Aquel carnicero triste que
conocí en la radio ha sabido apartar el rencor pero no olvidar, ser
cauto pero no tonto, aprender maneras pero sin dejar de ser él mismo.
Recibido por ministros y presidentes en Palacios, agasajado por
artistas e intelectuales, sigue siendo el Roberto que conocí hace años.
En este magnífico libro tan bien escrito por Goyo Martínez se nos
muestra la filosofía de vida de este ángel de la guarda al que he visto
fracasar en varias ocasiones, en conciertos vacíos de público, llevando
al hombro junto a él carteles con las fotografías de los muertos,
porque nadie quería hacerlo, siendo ignorado por alcaldes que no sabían
ni quien era, o calumniado en revistas nacionales por desleales
compañeros de viaje y sin embargo, nunca perdió su fe en el hombre al
que considera intrínsecamente bueno. Jamás le oí pedir la pena de
muerte ni siquiera para el que intentó matarlo a él mismo, ni dejar
instrumentalizar su organización por partido político alguno.  Quiero
agradecer a Goyo la oportunidad de escribir estas palabras y el
descubrimiento de facetas de Roberto desconocidas,  ahora mi admiración
por él es todavía mayor. Y sobre todo gracias a ti Roberto Manrique por
demostrarme que los ángeles de la guarda sí que existen.




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