viernes, 4 de mayo de 2012

04 mayo 2012 (3) El Pais

04 mayo 2012

Presos

El plan de Interior es eficaz porque dará alas a los reclusos que quieran desligarse de la banda

Borja Sémper Pascual es presidente del Partido Popular de Gipuzkoa.




Cuando en 1989 el Gobierno del PSOE, con el apoyo entre otros del PNV, puso en marcha la política de dispersión de los presos de la banda terrorista ETA, el objetivo era claro: impedir que la banda controlara a sus miembros, también una vez encarcelados, y facilitar de esta manera que quienes quisieran desmarcarse de la violencia y de su disciplina pudieran hacerlo.
ETA ha utilizado constantemente a sus presos. Lo ha hecho cuando le ha interesado y no siempre de la misma forma. En ocasiones les ha hecho protagonistas de sus reivindicaciones y en otras ha prescindido de ellos completamente, como en la “tregua” de 1998. Por eso era tan importante romper con ese cordón umbilical y de ahí lo oportuno de aquella decisión penitenciaria.
Expresiones como el “frente de makos” son reflejo de que han sido una herramienta más con la que ETA ha pretendido condicionar a los diferentes Gobiernos de la democracia. Varios “frentes” abiertos, también en las cárceles. Como tampoco es casualidad que ETA siempre haya hablado de los presos como un “colectivo” y haya pretendido que funcionaran como tal con el único interés de poder seguir sometiéndoles a su control y estrategia.
Pero la dispersión pronto comienza a dar frutos y ETA reacciona agitando la bandera de la lucha contra esa política. Porque le está haciendo mucho daño.
Con esa estrategia, la utilización sistemática de los presos por parte de ETA y su entorno tiene varios objetivos evidentes: presionar a los Gobiernos de turno manteniendo cohesionados a sus miembros encarcelados; crear en el País Vasco una imagen de “castigo añadido”; y, de paso, transmitir un mensaje de victimismo que marcara también la agenda de la política en el País Vasco, como ha hecho hasta nuestros días.
La realidad es que durante los últimos años la propaganda de ETA y su entorno ha dado eficaces frutos también en este “frente”. Poco a poco, el mensaje fue calando hasta ser interiorizado por partidos como el PNV e incluso algunos dirigentes del PSE. A mi juicio, equivocadamente, mordieron el anzuelo estratégico de la banda y se sumaron al cuestionamiento de una medida que, además de debilitar el “frente de makos”, permitía a determinados presos de ETA desligarse de la banda y empezar a recorrer un camino que a ellos, y solo a ellos, correspondía realizar de manera individual e íntima: ser conscientes del horror ocasionado y como derivada, colaborar con la justicia. Conviene recordar —la memoria es frágil— que entre 1989 y 1995, 112 presos de ETA decidieron reinsertarse después de manifestar su ruptura con la banda terrorista.
A pesar de las dificultades descritas, el paso de los años ha ido demostrando el éxito y eficacia de esta parte de la política penitenciaria. Ha ido demostrando que la lucha contra ETA se hacía deteniendo sus comandos, legislando y aplicando leyes eficaces y sensatas, contando con la ayuda internacional de países con los que compartimos los mismos fundamentos democráticos en el seno de la Unión Europea. Y también, y esto resulta fundamental, debilitando la influencia de ETA en las cárceles.
El anuncio del Ministerio del Interior de un plan integral para la reinserción de presos terroristas me parece una medida oportuna, eficaz e inteligente para continuar debilitando a ETA. Si un preso se desmarca, rechaza la violencia, o reniega de ETA, ya no hay disciplina de la banda de la que alejarle. No nos debería preocupar dónde cumple un preso su condena, en qué ciudad o comunidad autónoma está su cárcel. Lo que nos tiene que importar es que cumpla la pena impuesta según la aplicación del derecho y el ejercicio de la justicia. Vamos, lo esperado en un Estado de derecho.
A mi juicio, el plan anunciado por el Ministerio de Interior es inteligente porque pone en valor al Estado de derecho enviando un mensaje claro y contundente a esa banda terrorista que se niega a poner su esquela de defunción y pretende prolongar su influencia en la sociedad y la política vasca, incluso una vez muerta. Es eficaz porque va a dar alas a los presos que quieran desligarse del férreo control de la banda, y también es oportuno porque, salvo UPyD y la izquierda abertzale, provoca una unidad entre partidos necesaria para acelerar la desaparición definitiva de ETA y el desprestigio de su mensaje en Euskadi.
ETA podrá hacer todos los esfuerzos que quiera en utilizar a los presos como un “frente”. Podrá seguir presionando a los familiares de los encarcelados para mantener cohesionada a su base social, esa que una vez anunciado el fin del terrorismo y sin haber conseguido sus objetivos políticos de “independencia y socialismo”, se encuentra desconcertada porque durante décadas se le prometió la “victoria final” con la utilización de la violencia (jo ta ke irabazi arte). Lo intentará, pero si los demócratas estamos juntos, será un esfuerzo baldío.
Ante eso, el mensaje del Gobierno de la nación es claro: no hay interlocución ni “colectivo de presos” con el que negociar nada, porque esas cosas no las hace un Gobierno democrático en una sociedad moderna. En un Estado de derecho, ETA solo tiene un camino, su disolución incondicional; y los presos un camino si quieren, modificar su situación penitenciaria cumpliendo la ley alejados del control de la banda.
Pues bien, todo lo que acabo de relatar puede ser compartido o no. De hecho, la autodenominada izquierda abertzale ya ha rechazado el anunciado plan del Ministerio de Interior y continuará torpedeando el demarque de reclusos. Lógico y esperado. Lo más sangrante no es que lo hagan los que siempre han justificado a ETA, de ellos poco podemos esperar ya que este plan les desmonta la farsa de su discurso; lo difícilmente digerible es que quienes desde la política siempre han defendido el cumplimiento de la ley como guía, ahora acusen con gruesos insultos y descalificaciones al Gobierno, al PP, al resto de partidos y a cualquiera que se atreva a discrepar de su opinión. Rosa Díez y algunos políticos importantes con los que comparto carné de partido siempre tendrán por mi parte mucho más respeto y consideración de la que ellos están demostrando, sobre todo porque yo nunca les llamaré “traidores” por tener una opinión. Sus descalificaciones de trazo grueso no nos hacen peores a quienes defendemos lo que escribo en este texto, pero deben de tener claro que no les aporta nada de razón y sí les califica oportunamente.


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