jueves, 16 de mayo de 2013

16 mayo 2013 (15.05.13) articulo elplural.com

16 mayo 2013 (15.05.13)


ANÁLISIS DE ROBERTO MANRIQUE | 15/05/2013

A los políticos del “la vida se inicia en el momento de la concepción”: ¿por qué se lo niegan a las víctimas del terrorismo?
Una equiparación vergonzosa




Quien me conoce sabe perfectamente que no soy partidario del aborto pero no hago demagogia ni a favor ni en contra del mismo ni lo utilizo para insultar o juzgar a nadie y por ello me molesta que alguien ponga a las mujeres que deciden abortar a la misma altura que a la banda terrorista ETA.
Llevo 25 años trabajando y escuchando a cientos de víctimas del terrorismo y muchas de ellas han vivido lo peor que, creo, le puede suceder a alguien: perder a un hijo. O mejor dicho, que le maten a un hijo. O a dos.

Es en este momento cuando no acierto a entender ni la equiparación mencionada ni la postura de algunos miembros de la clase política. Muchos se declaran profundamente antibortistas, quieren cambiar la legislación al respecto y no se molestan en evitar comparaciones a todas luces exageradas pues parece que estamos llegando a un momento en que solo se espera a ver “quien la dice mas gorda”.  Aún y así basan sus argumentos en algo defendible, que “la vida se inicia en el momento de la concepción”.

No es mi intención abrir un debate ni una disquisición moral, religiosa o filosófica sobre el aborto. El motivo para este artículo se basa en algo mucho más tangible y que durante décadas pudo ocurrirle a cualquier madre gestante, situación que espero y deseo sea ya cosa del pasado y que ningún otro ciudadano lo sufra.

Durante muchos años he tenido encima de la mesa de trabajo unos expedientes que han sido continuamente denegados por la Administración pero que todavía albergo la esperanza de que puedan resolverse. Miembros de casas reales aparte, aún siento el deseo de creer en la justicia y como consecuencia alguien debería aportar soluciones a lo que les presento a continuación. En 1979, 1987 y 1993 diversas familias residentes en Cataluña pasaron momentos muy difíciles de olvidar. Primero, una madre gestante abortó espontáneamente al enterarse que su esposo había sido asesinado en un atentado y sus dos gemelas no llegaron a nacer. Segundo, otra madre gestante murió en el atentado y a causa de ello el feto tampoco nació. En el tercero, otra madre gestante resultó gravemente herida y, aunque ella sobrevivió, perdió la criatura que esperaba.
Tres situaciones, iniciadas en tres atentados terroristas diferentes pero con un mismo final: la pérdida definitiva de aquellas cuatro vidas empezadas “en el momento de la concepción”.
Durante años he compartido con estas familias momentos de incertidumbre, de esperanza y de desolación cuando presentábamos las solicitudes para que aquellas “vidas” fueran reconocidas como lo que evidentemente eran: víctimas del terrorismo. Jamás ninguno de los representantes ministeriales con poder de decisión, muchos de ellos con conocidas tendencias contrarias a ningún tipo legislación permisiva con el aborto se acercaron a Gloria, a Jordi, a Teo o a Gracia para explicarles las razones que les llevaron a desestimar sus solicitudes. Jamás ninguno tuvo la dignidad suficiente para descolgar un teléfono e intentar razonar lo irrazonable y ni tan siquiera se atrevían a contestar a nuestros requerimientos. Recuerdo cuando uno de estos políticos, que felizmente ya no se dedica a esta labor, nos dijo a Juanan y a mí que “esos fetos no podían ser considerados como seres humanos porque no habían vivido veinticuatro horas fuera del útero materno”. O sea, que si hoy alguien tiene un hijo y a las 23 horas y 59 minutos lo ahoga ¿no sería delito? ¿no sería un parricidio?

Alguien podrá pensar que esta información es exagerada pero puedo aportar las pruebas. Son víctimas con una enorme dignidad, que jamás han utilizado su dolor pero que siempre han tenido en su memoria esa extraña sensación de no ser tenidas en cuenta. Por ello, cuando escuchaban las comparaciones que el señor ministro realizó no daban crédito a lo que oían, no podían entender que “si la vida empieza en el momento de la concepción” algo no cuadraba en su experiencia personal. Quizás sea ahora el momento de que se aporten soluciones a la realidad social vivida por estas familias catalanas desde hace 33, 25 y 20 años respectivamente. ¿Saben estos políticos que la legislación para 2013 marca que la pérdida de un feto en accidente de tráfico es reconocida como fallecimiento?

Por todo ello, solo me cabe recordar a aquellos representantes que hablan y no acaban sobre la afirmación de que “la vida se inicia en el momento de la concepción” que muchos de ellos han utilizado a sectores de víctimas del terrorismo para organizar actos de partido, manifestaciones políticas y para, como acaba de aparecer en los papeles relacionados con el caso Gurtel, establecer oscuras gestiones mercantiles que, oh casualidad, nunca superaban los 11.999’99 euros y aunque en noviembre de 2002 ya intuí algo que no me gustaba fui expulsado por hacer públicas mis sospechas. Mientras tanto, mientras ocurrían cosas extrañas a nadie le importó que siguieran denegando el reconocimiento como víctimas a esas criaturas que nunca tuvieron futuro y tampoco ningún listado “oficial” de los muchos que ahora aparecen por todas partes reconocen estas muertes. ¿Vendrán luego a explicar a aquellas familias a las que no les reconocen la muerte de sus hijos e hijas no nacidos (pero sí concebidos) las razones morales para no hacerlo como víctimas del terrorismo? ¿Hablarán después de solidaridad, dignidad, confianza, sentimientos…? ¿podrán algunos acudir a cualquier acto religioso con la conciencia tranquila? ¿Le preguntarán en la próxima audiencia al Papa de Roma sobre cómo hay que “catalogar” a aquellos fetos cuya “vida se inicia en el momento de la concepción” pero que no llegaron a nacer? Por cierto, el limbo ya no existe, esa respuesta no me vale.

Roberto Manrique es víctima de ETA y fue presidente de la AVT en Cataluña y de la Asociación de Víctimas Catalanas de Organizaciones Terroristas

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