domingo, 16 de marzo de 2014

16 marzo 2014 (13.03.14) (3) El Periodico de Catalunya

16 marzo 2014 (13.03.14)



El mordisco de Soraya
El acto unitario, diez años después, de recuerdo a las víctimas del 11M fue positivo, pero…
Joan Tapia




 
En el patio del parvulario -hace ya demasiados años- un niño amigo se me acercó y me dijo que quería darme un beso. Inocente, puse la mejilla y recibí un mordisco que me sorprendió desagradablemente y me hizo daño. Empecé a llorar y vino la profesora: ¿qué ha pasado? Me ha dado un mordisco, contesté señalándole con dedo acusador. Entonces, Octavín -sigue siendo amigo- se defendió: señorita, ha sido sin querer. Me había olvidado del intrascendente suceso hasta que ayer un despacho de Efe daba cuenta de que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, al ser inquirida sobre la no invitación de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero al acto de recuerdo a las víctimas del décimo aniversario de los atentados del 11-M, dijo que se debía a algún tipo de «error no intencionado». La cita textual es: «Estoy convencida de que la organización de estas cuestiones no es fácil y de que a veces puede haber algún tipo de error que no es intencionado y creo que la intención y la voluntad es lo que vale; se trabajó por esa unidad y se logró que allí estuvieran todas las víctimas y sus familiares».

Vale. Como no creo que Soraya nos quiera hacer creer que en la Moncloa no hay nadie que mire con lupa el protocolo y los participantes de un acto relevante al que asiste el presidente -sería la incompetencia perfecta-, lo que debe querer sugerir es que la presencia de Aznar o de Zapatero (o quizás de los dos) habría sido un obstáculo. Bien pensado, puede tener razón, porque lo que pasó tras el atentado -cuando el Gobierno y los álfiles de Aznar, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, que estamos contentos de encontrar poco, dieron su palabra de que la autoría del atentado correspondía a ETA y que «solo los miserables» (Acebes dixit) podían decir otra cosa- fue uno de los episodios más vergonzantes de la democracia española. Supongo pues que, diez años después, el Gobierno de Mariano Rajoy quiere enterrar definitivamente la polémica sobre los atentados -lógico porque hay sentencia firme, el PP ya ha vuelto al poder y se tiene que dejar de hacer el ridículo-, ha trabajado la presencia de las distintas asociaciones de víctimas y ha concluido que la asistencia de los dos jarrones chinos (como Felipe González llama a los expresidentes) era conflictiva. Si es así... la prioridad era celebrar el acto de la catedral de la Almudena porque ayuda a cicatrizar heridas. Y admito que no se pregone que los dos expresidentes (o uno de ellos) eran un maldito engorro.

Gesto de respeto necesario

Pero hay reservas. Primera: hacer una misa católica con 40 obispos -cuando había bastantes víctimas de otras confesiones- exigía, como mínimo, un gesto de respeto a la pluralidad religiosa de los muertos. Y el cardenal Antonio María Rouco Varela -genio y figura hasta la sepultura- lo omitió. Peor, repitió la teoría de la conspiración al afirmar que «murieron porque hubo quienes, con una premeditación escalofriante, estaban dispuestos a matar a inocentes para conseguir oscuros objetivos de poder». ¿Se acuerdan de aquello de Aznar de que los autores intelectuales «no estaban en desiertos lejanos o montañas remotas»? Pues eso, el espíritu de Aznar se reencarnó en Rouco Varela. Deprimente, muy deprimente.
Otra reserva. Hay que aplaudir que, al final, el PP olvide la teoría de la conspiración islamista o rubalcabista. Las declaraciones de la vicepresidenta, del ministro del Interior y del de Justicia lo indican, pero entonces sobra la ambigüedad de la secretaría general del PP que, preguntada sobre la autoría del atentado, dijo: «Cualquier luz que se vaya añadiendo a este terrible atentado siempre va a ser buena, no hay que cerrar la puerta a nada». ¿Hay reparto de papeles o estamos ante otro «error no intencionado»?

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