lunes, 21 de septiembre de 2015

20 septiembre 2015 El Mundo del Siglo XXI (opinión)

20 septiembre 2015


La tarde en que Maixabel se citó con el etarra que asesinó a su marido

Hace 15 años, el etarra Ibon Etxezarreta asesinó a tiros al ex gobernador civil de Guipúzcoa, Juan Mari Jauregi

La mujer de la víctima y el verdugo se citan con EL MUNDO como testigo



Si no supieran de qué va esta extraña historia, en esta imagen podrían ver a una madre con su hijo, a una maestra jubilada que tiene una cita con un antiguo alumno o a una reputada cirujana que le ha salvado la vida a un joven infartado enfermo de mala sangre.
Pero no.
Hace justo 15 años, un mes y 22 días, el hombre de pelo oscuro que ven asesinó junto a otros dos etarras al esposo de la mujer del pelo blanco.
Hoy les hemos propuesto una cita [es la cuarta vez que se ven] con la intención de dar testimonio por vez primera de algo extraordinario. Víctima y verdugo. Juntos. Una tarde de agosto. A un metro de distancia. Hablando. Observen durante un rato las miradas de cada uno y nos ahorraremos media crónica.
Ella es Maixabel Lasa, esposa de Juan Mari Jauregi, ex gobernador civil de Guipúzcoa asesinado por ETA. Él es Ibon Etxezarreta, terrorista condenado por aquel crimen a 30 años de cárcel de los que lleva cumplidos la mitad.
Eran las 11.30 del 29 de julio de 2000. Un sábado. Dos miembros del comando Buruntza entraron con gafas de sol y txapela en un concurrido bar de Tolosa a media mañana, se pidieron unas consumiciones, se las terminaron tranquilamente, esperaron, se acercaron al ex gobernador civil de Guipúzcoa, le pegaron dos tiros en la nuca, salieron por la puerta principal y se dieron a la fuga en un coche.
Aquel día, la viuda habló con el marido un instante antes, para ver quién compraba los periódicos. Aquel día, el terrorista fue luego a darse una ducha y a sacar a pasear al perro. El lunes fue a trabajar de maquinista. Hoy les hemos juntados para volver a poner los pies allá. Y la cabeza.
-Ibon tiene muchas dudas de hacerlo -nos advierten en los días previos-. Estas cosas le ponen muy nervioso. Su familia no lo sabe. Pero al final ha decidido que debe hacerlo.
Este encuentro acontece en un lugar indeterminado de Legorreta, localidad natal del socialista asesinado y pueblo donde sigue viviendo su esposa. Este encuentro comienza con muchos silencios y unos ojos opacos y termina de un modo sorprendente.
Uno estaba preparado para ver unas miradas duras al encontrarse, para que se saludaran con una frialdad previsible, para que incluso Ibon Etxezarreta se lo repensara y no compareciera durante este permiso carcelario. Uno estaba preparado para todo eso, decimos, pero no para presenciar lo que empieza en el siguiente párrafo.

La memoria

¿Qué recuerdos tenéis de aquel día?
Ibon Etxezarreta: Supongo que en el caso de Maixabel habrá muchos. Pero en mi caso intento borrarlos. Es duro mirar atrás y acordarse. Hicimos el atentado, llegamos a casa, con mucha adrenalina, mucha tensión, y no, no, no, no. No tengo ningún recuerdo... El de llegar a casa, estar tranquilo, desconectar. Supongo que salí con el perro a dar una vuelta y a olvidarme de todo. No vi las noticias, no vi nada. Me olvidé de eso. Fue un sábado, ¿no? 
Maixabel Lasa: Un sábado. 
I: Yo trabajaba. Ese sábado libraba. Hicimos eso. El domingo desconecté. El lunes volví al trabajo. Por entonces trabajaba de maquinista de excavadoras 
M: El recuerdo más vivo de aquel día fue cuando mi marido me dijo al salir de casa: "Maixabel, esta noche he soñado que me matan". Juan Mari nunca me había dicho eso. Intenté quitármelo de la cabeza. Hasta que me llamaron por teléfono. Era mi hermana. Me llamó para decirme que no saliese de casa. Cinco minutos antes estaba yo llamando a una sastrería en Tolosa, porque Juan Mari era corpulento. Estaba encargándole dos camisas que iríamos a recoger por la tarde, porque el lunes siguiente se iba a Chile. Según estaba hablando yo por teléfono, la hermana del dependiente entró a decirle que habían matado a Juan Mari. Justo cuando yo estaba encargando las camisas. 

[Ibon tiene el ceño fruncido y la mirada anclada en el suelo, en el fondo de algo que no vemos, como si el local de luces apagadas en el que estamos fuera un confesionario laico y definitivo. Cuesta imaginar que este hombre fue Potxolo. Cuesta imaginar que esta mano que acabamos de estrechar, una mano con sus cinco dedos, una mano normal, se empleó a fondo perdido] 
I: Yo entonces vivía en Lasarte, a 10 minutos de Legorreta en coche. 
M: ¿Y Carrasco vivía en Villabona [aquel día Luis María Carrasco era otro de los
integrantes del comando junto a Patxi Makazaga] ? 
I: Sí. El piso lo teníamos en Villabona. A mitad de camino.

¿Todavía quedan preguntas por hacerse?
M: Yo sí que te quería contar algo [a Ibon]: como en el juicio de la Audiencia me llamaron como testigo, tenía que esperar fuera. Pedí que me quitaran el biombo, quería conoceros. No te lo había dicho. Quería conoceros. En aquellos momentos, cuando dijeron mi nombre, vosotros empezasteis a golpear la pecera... 
I: Esto se hacía para interrumpir el juicio. Y también para molestar a la víctima. No sabíamos que querías vernos. 
M: Es que yo tampoco lo dije a nadie, eh. 
I: Dijimos que no íbamos a formar parte del juicio y, cuando éste empezaba, comenzamos a dar golpes al cristal y nos bajaron al calabozo. 
M: Yo no os pude ver. Y tampoco hubo ningún seguidor vuestro: la izquierda abertzale no estaba presente para nada. Sólo un hombre, un señor mayor, con una boina. Imaginé que sería el padre de alguno.

¿Qué le dices a Maixabel?
I: Uf. No sé. Más que preguntarle cosas, me gustaría dar ánimos. Escuchar el testimonio de lo crudo que fue que perdieran a su familia te llega, te pones en la piel del otro, genera empatía. Por encima del daño generado, algunos somos personas. Y escuchar testimonios te llega. En la cárcel puedes hacer tiempo sin querer plantearte nunca qué has hecho, poner la mente en blanco a piñón fijo. Hablar es necesario. Nosotros podemos pasarnos años y años en la cárcel sin pararnos a pensar qué hemos hecho ni quién está detrás de ese dolor. Puedes saber un nombre, pero no sabes nada de esa persona ni de su sufrimiento. Desconoces todo, es más: es que prefieres no verlo. Mira, a mí, cada vez que paso por Tolosa, se me viene a la cabeza Jauregi, Mikel Uribe [mando de la Ertzaintza asesinado por su comando]. Oigo Zumaia y me acuerdo de Korta [presidente de la patronal Adegi en cuyo crimen participó]. En Lasarte me viene Froilán Elespe [también víctima de ETA]... Así todos. No podemos mirar para otro lado. Si gestos como el que tuvimos [Ibon llevó flores en un homenaje a Juan Mari] sirven para que la gente de la izquierda abertzale se anime a hacer autocrítica y a su vez otra gente, viendo esto, hace lo mismo con su pasado, eso será bueno.

El espejo

[290 años de cárcel por atentar contra el cuartel de Intxaurrondo. 40 años por el asesinato de Santiago Oleaga. 15 años por tratar de matar al Rey... Y así un listado que no encaja con este retablo insólito. Hoy Maixabel va de blanco y te ciega. Cuando tuvo delante a otro miembro del comando le dijo: "Prefiero ser la viuda de Juan Mari que ser tu madre".]

¿Cuándo os conocistéis?
I: Yo antes de estar con Maixabel ya conocía muchas cosas de ella por la prensa. En Gara evidentemente no [con ironía]. En Gara ya sé que no te voy a leer. Surgió la posibilidad del encuentro el año pasado. Acordamos que cuando tuviera un permiso lo haríamos. Le mandé una carta [a Maixabel]... Creo que te llenó, que te valió. Te decía
que quería estar contigo para contarte. 
M: Sí. La primera vez que nos vimos los dos cara a cara fue en mayo. 
I: Salí dos días expresamente para esto. En casa me veían muy así. Nervioso. Y es normal. Te das cuenta de que has sido capaz de estar con la persona a la que más daño has causado.

¿Fueron horas?
I: Hasta que cortaron. 
M: Cuatro horas. 
I: En mi caso conozco cosas de Juan Mari gracias al encuentro, cosas de la familia de Maixabel, y eso me crea todavía más empatía. Y otro conocimiento.

¿A quién veis delante?
M: Yo veo a una persona que tuvo la mala suerte de entrar donde entró, que cometió unos actos terribles, pero que ahora mismo es otra persona, alguien que ha sido capaz de hacer un recorrido personal, de darse cuenta de que lo que hizo fue algo horrible..
Por eso estamos aquí. Hablando. 
I: Yo veo a una persona muy generosa. Siempre estaré ligado al dolor que hemos causado en su familia. Para toda la vida. Veo a una persona a la que le hemos causado un daño irreparable. A ella. A su hija. A su hermana. A sus sobrinos. A todos.

El disparo

¿Tú le disparaste? [La pregunta tenía que llegar]
I: Eso es lo de menos [Contrariado]. Pero no fui yo. La gente siempre le da importancia a quién apretó el gatillo. En una acción de éstas, el que está en el coche, el que está dentro, el que dispara, tienen la misma responsabilidad. 
M: Eras el conductor. Según me dijiste, eras el conductor. 
I: Sí, sí. Pero eso puede ser porque el otro no sabía conducir. O conducía muy mal.

¿Uno siente vergüenza?
I: Pues yo salgo de permiso y a mí me da corte que me vean y lo pasen mal, que sufran, que digan: «14 años y este capullo paseándose por la calle»... Una vez me crucé con un concejal del PSE que estaba en la lista de objetivos y le dije que me gustaría hablar con él. Habrá vivido ese hombre 10 años con los escoltas, me lo imagino cuando recibió la llamada de la Ertzaintza diciéndole que estaba entre los objetivos de ETA. El miedo que ha podido pasar. Creo que compartimos hasta garaje. El miedo que pasaría ese hombre sólo al sacar el coche de allí. Seguramente no me conocía. Se lo conté. Y vamos a ver si podemos vernos. Tengo esa necesidad de decirle que lo siento.

¿Qué sentís al veros?
I: Me gusta saber lo que dice, lo que piensa. 
M: Yo es que a Ibon no le veo como le veía en el año 2000. 
I: El primer momento me da un poco de apuro. Supongo que cuando la llamo, ella mirará el teléfono y verá mi nombre. Y a lo mejor de repente está tan tranquila y zas. Y pienso: "Joder, esta mujer irá tan tranquila en el tren y ve que le está llamando Ibon". Y claro, Ibon, para ella, no es como el vecino del tercero. Sino el tipo que mató a su marido. 
M: Siento, ¿qué quieres que te diga?... Por un lado pienso: "Este es el chico que mató a mi marido". Por otro veo que este hombre no es el chico aquel...
[No sé si recuerdan la película Pena de muerte. Maixabel tiene algo de la hermana Helen Prejean que interpretaba Susan Sarandon. Su compasión por el asesino. Sus ganas de salvar al otro. Su capacidad de escuchar... Ahora no se oye nada en la transcripción de la grabadora. Bueno, miento: suena una campana a lo lejos]

El horror

¿Tú te imaginabas aquí 15 años después? ¿Sentarte a hablar con el asesino de tu marido?
M: Siempre he tenido unos valores: siempre he estado contra la pena de muerte; siempre he creído que todo dios tiene derecho a una segunda oportunidad. Todos nos podemos confundir alguna vez. Esto ha sido una forma de poner en práctica aquello que siempre he defendido: ser coherente. Es curioso, Ibon: la izquierda abertzale dice que está en contra de la pena de muerte, pero la aplica... Yo digo que la izquierda abertzale no solo ha alentado, ha dado corbertura y ha aplaudido los asesinatos, sino que me atrevería a decir que ha dado las directrices para que eso suceda. Lo sé.

¿Uno no descansa nunca de un asesinato así?
I: Cuando tuve el encuentro con Maixabel salí sientiéndome mejor. Uno es consciente de quién es el culpable. Eres consciente de hasta qué punto hemos causado un dolor irreparable. Supongo, Maixabel, que tú tendrás presente el vacío de la pareja todos los días, ¿no? Ese horror lo hemos generado nosotros. Muchas veces no somos conscientes del daño que hemos provocado a mucha gente como tú. 
M: Yo en ningún momento pensé que a mí, personalmente, me iba a afectar tanto conocerle. Pero sí. 
I: Yo es que cuando en la cárcel escuché los testimonios de García Arrizabalaga, de Jaime Arrese [ambos hijos de víctimas]... me acercaba a ellos. Me dije: "Yo no soy el autor de aquellos atentados, pero sí del de Maixabel. Y algo tengo que hacer". Había que hacer algo: un gesto, algo de verdad. Y no salir ahí con la cabeza alta, sacando pecho, que yo creo que eso a las víctimas les duele más.

¿Qué edad tenías cuando el atentado?
I: Fue en el 2000... Pues tendría 28 años. 
M: Y mi hija iba a cumplir 18...

¿Qué os dicen en las respectivas familias?
I: La ama está contenta. Pero la ama no sabe que estoy aquí contigo ahora [señala al periodista]. Me dijo: "Dale un abrazo a Maixabel". Y de lo de la entrevista esta no sabe nada. 
M: Yo he estado con su madre... Mi hija lo ve bien. Siempre hemos hablado de estos temas. Porque hay que hablar.

La historia

¿Qué historia le contaréis a vuestros descendientes de ETA?
I. Que ETA ha sido un fracaso enorme que sólo ha servido para generar dolor, odio y heridas en nuestra sociedad. Le contaría que por mucho conflicto político que exista nunca se puede llegar a las armas, a generar el daño que hemos generado. Le diría que fue un error no haber terminado con ETA a la muerte de Franco, que haber prolongado la lucha armada hasta 2011 no sirvió para nada y sólo deja lo que deja: un montón de dolor, de odio, un montón de cicatrices sin cerrar, un montón de prejuicios. Yo le diría: "Defiende lo que tengas que defender, pero nunca utilices las armas".

¿Y el joven con 28 años que asesinó a Juan Mari qué era? ¿Un iluminado, un criminal, un loco?
I: Bueno, tampoco pasas de un día a otro a plantearte entrar en ETA. Con esa edad, en ese tiempo, ETA lo tenías mitificado. Conocías a vecinos que eran militantes, el hijo del panadero, personas normales, y estaba bien visto. No eran extraterrestres caídos del cielo. 
M: Yo les contaría a mis nietas la historia tal y como ha sucedido. Y les hablaría de su abuelo. 
I: Fíjate el drama. Gente que luchó contra el franquismo, como Juan Mari, o como López de la Calle, compañero vuestro, luego fueron víctimas de ETA. Date cuenta de la degeneración. 
M: Exacto... Recuerdo una cosa que te conté: Juan Mari testificó en el caso Lasa y Zabala. Fue clave su testimonio. Y el de otros. Y me dijo una vez... 
I: ...sí. Juan Mari, al salir del juicio, te dijo: "No sé si me va a matar Galindo o ETA", ¿no? Y mira, fue ETA. 
M: Sí, sí. Así es. Así es.
[Y los dos se miran. Y los dos asienten. Y los dos callan. El gesto tiene algo de sala de velatorio, como cuando un familiar dice algo bueno del muerto de la pecera y el que está al lado -que ha venido desde la otra punta del mundo- le consuela]

El futuro

¿Hay más presos que pueden seguir tu camino o la mayoría está encastillada en una posición?
I: No, no. No hay un bloque monolítico. 
M: Seguro que hay más que piensan como él... 
I: Yo digo que hay más nostálgicos en las calles, que nunca han hecho nada, nostálgicos de taberna, que en las cárceles. En las prisiones hay mucha gente dispuesta a dar pasos, lo que no sé es por qué no se les facilita. No se les facilita ni desde la izquierda abertzale ni desde Instituciones Penitenciarias... 
M: Los presos están engañados por la izquierda abertzale, que les ha dicho que va a haber una solución colectiva. Y una solución colectiva no va a haber. Eso hay que decirlo así. Y eso no se ha hecho.

¿Qué les decimos a quienes critiquen este encuentro y este reportaje?
M: Les diría que este encuentro se plantea de forma voluntaria, que nadie nos obliga a hacer esto, que lo hacemos por convencimiento propio, que entiendo que haya personas entre las víctimas o el resto de la sociedad a las que esto les parezca raro o una locura. Pero yo les pediría un poco de respeto. Por ser una decisión propia. Porque hemos querido. No nos sentimos mejores por hacer este encuentro, pero tampoco peores. 
I: Siempre se han transmitido noticas malas de Euskadi, atentados, secuestros... Por suerte, están pasando cosas, poco a poco. Cosas que sirven para tender puentes, para cerrar heridas. Si esto le sirve a alguien para que se anime a dar este paso, pues bienvenido sea. Este encuentro es un gesto más en esa dirección. Yo podría estar ahora bañándome en la Concha. Pero prefiero estar con Elespe, con Gorka Landaburu, con Maixabel. Aquí hoy.

La despedida

Concluido el encuentro, apagado ya el rescoldo de la grabadora, reducidos a cenizas finalmente los nervios que los protagonistas lucían al principio de esta conversación, el acontecimiento periodístico que acaba de tener lugar deja un sabor de boca a realismo inédito.

Si a la viuda de Jauregi y al preso que lo asesinó les hubieran contado hace 15 años que se iban a despedir con un abrazo -un abrazo como éste-, los dos nos habrían mandado a la mierda.

En Legorreta hay un silencio de portalón cerrado, un desajuste de mesa coja, como un géiser que quisiera lanzar un bufido de agua hirviendo al cielo pero que no termina de hacerlo.

Antes de irnos, le preguntamos a Maixabel que nos recomiende un sitio donde se coma -perdonen lo prosaico de este gremio- barato y bien.
Y la viuda sonríe. Y se hace cargo. Y piensa un instante. Y aquí llega ese momento que todo periodista está esperando siempre: un buen final.
-Pues mira, en Tolosa, aquí al lado, hay un restaurante que se llama Frontón donde se come de cine.
-¿Algún consejo?
-Sí. Decidle al dueño que vais de mi parte, que os tratará mejor.

Junto a la viuda, el ex terrorista escucha y calla. Parece aturdido. Mueve la cabeza como no dando crédito. Se acerca por detrás al periodista -es otro Ibon muy distinto el que hoy se acerca por detrás-, y le da dos palmadas en el hombro.
-Ahí fue donde matamos a Juan Mari. En aquel restaurante. Ahí fue donde matamos a Juan Mari.

Opinión:

No acostumbro a leer los comentarios que en algunos medios aportan los lectores a la noticia. Pero en esta ocasión lo he hecho y me he dado cuenta de que existe una enorme ignorancia entre mucha gente al hablar de la legislación. Y lo que es peor, un enorme atrevimiento a opinar sobre la actitud y decisión INDIVIDUAL que algunas víctimas podamos tomar a lo largo de nuestra vida, un atrevimiento que no comprendo cuando quien lo practica es alguien que no ha vivido la realidad de ser víctima de un atentado terrorista.
Solo diré que durante años he sido testigo directo de como Maixabel, junto a Txema, Jaime y un reducidísimo grupo de víctimas han realizado una encomiable y ardua labor en el País Vasco para lograr el bienestar de muchas víctimas del terrorismo, especialmente de aquellas anónimas, que no tienen cargo en partido político o en asociación alguna. He sido testigo de las burradas que algunas víctimas  le han solicitado a título personal para conseguir beneficios egoístas o de las repugnantes opiniones que han mostrado contra otras víctimas en sus blogs o artículos... me consta que hay quien tiene esa información muy bien guardada y quizás algún día empezarán a explicar las cosas por su nombre.

Pero solamente por el trabajo y la honestidad mostrada, mi reconocimiento para Maixabel por su valía personal y por ser una víctima que piensa por libre para conseguir el objetivo que algunas , yo entre ellas, nos marcamos hace muchos años: que nadie más sufra lo que por desgracia otr@s ya hemos sufrido.

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