jueves, 8 de septiembre de 2016

08 septiembre 2016 El País (opinión)

08 septiembre 2016



“Las víctimas queremos cambiar la historia”
Martha Amorocho, que perdió a un hijo a manos de las FARC, defiende el perdón para acabar con el círculo de odio

Martha Amorocho habla de paz desde antes de que las FARC se sentaran a dialogar con el Gobierno colombiano. Habla de perdón y reconciliación desde que “un milagro”, como ella dice, le devolvió a Juan Carlos, su hijo mayor. El 7 de febrero de 2003, la guerrilla hizo volar en pedazos con 200 kilos de explosivos el club El Nogal, en el norte de Bogotá, en un atentado en el que murieron 36 personas. El conflicto colombiano, que parecía ajeno a la ciudad y exclusivo de las regiones, demostró que no tenía límites. Alejandro, de 20 años, el hijo menor de Amorocho, fue una de las víctimas mortales, pero Juan Carlos, de 22, sobrevivió. “Ese milagro me transformó”, cuenta la madre, desde un sillón del lugar en donde hace 13 años el menor de su casa perdió la vida y donde hoy comparte escenario con otras víctimas y líderes del país en el foro Los beneficios de la paz, organizado por la Fundación Buen Gobierno y PRISA, con la colaboración de EL PAÍS, La W y Caracol Radio.

“No sentía rencor”

“Estar acá, hablando de perdón, es ante todo un compromiso”, dice Amorocho, quien formó parte de la comisión de víctimas que estuvo en La Habana en un encuentro con las FARC. “Es un acto de fe para creer que estamos empezando un proceso que depende de todos, pero que nos interesa en especial a nosotras, las víctimas, que queremos construir y cambiar la historia de Colombia”, agrega. “Cuando estuve sentada en la misma mesa con ellos [la guerrilla] supe que ya había sanado. Sabía que por su culpa ya no tendría nunca más a Alejandro y que [por ellos] tuve que ver a Juan Carlos entre la vida y la muerte, pero no sentía rencor. Lo único que quería pedirles era la verdad y el compromiso de que ninguna otra madre volviera a perder a su hijo por la guerra”.

Los abuelos de Amorocho fueron desplazados por la violencia en los años cincuenta, pero solo cuando ella misma apareció en los listados de víctimas y conoció el dolor de otras madres que habían perdido a sus hijos por la guerra supo que el perdón era el único camino para escapar del círculo de odio. “Soy una madre más víctima del conflicto. No hay nada que me devuelva un abrazo de Alejandro, por eso entendí que la verdadera reparación es que no se repitan este tipo de situaciones, que no haya una madre más en Colombia que tenga que enterrar su hijo por la violencia”.
El conflicto, que ha dejado más de siete millones de víctimas, no ha distinguido edad, color ni condición. Martha reflexiona sobre cómo, pese al dolor, recordar que de un momento a otro su hijo desapareció ha fortalecido su carácter y su visión sobre Colombia. “He aprendido mucho. Sigue doliendo, claro, pero las víctimas no escogimos a los victimarios. A todas nos une el dolor. No hay un hijo que valga más o menos que otro. Por eso mismo, a todos nos une aún más el deseo de la no repetición, el interés de que demos un paso adelante. Eso es lo que nos mantiene en pie”.
El testimonio de Amorocho, cuyas palabras han retumbado durante años en las instalaciones de El Nogal, de donde sigue siendo socia y en donde ha aprovechado cada posibilidad que ha tenido para hablar de su historia, intenta servir de reflexión en un momento en el que el país vive una polarización por cuenta del plebiscito, en el que el próximo 2 de octubre los colombianos decidirán si avalan o no los acuerdos logrados con las FARC.
“A los que dicen que no, les digo que piensen en la posibilidad de vivir como nunca lo hemos hecho. No existe nadie en Colombia que tenga en su memoria la imagen de un día en paz, en tranquilidad. Es la oportunidad que la vida nos dio para que seamos nosotros mismos los que decidamos si queremos o no un país diferente”, repite Amorocho, una víctima que cree en la paz.

Opinión:

Comentaba esta entrevista en el despacho junto a abogados y un par de clientes y la pluralidad de opiniones ha sido tremenda. Aún y así todos coincidíamos en un tema: el perdón es una cuestión absolutamente personal y nadie puede interferir en la decisión de una víctima. Pero claro, estando rodeado de abogados lo que también ha quedado claro es que la legislación debe cumplirse.
En cuanto a lo de “cambiar la historia”, en España ha sido uno de los logros gracias a la infinita mayoría de víctimas del terrorismo que no hemos tomado ni el camino de la venganza ni el camino del aprovechamiento personal del dolor ajeno.

A las que mienten inventándose historias indemostrables no las incluyo en este honorable grupo. 

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