sábado, 7 de enero de 2017

05 enero 2017 La Vanguardia (opinión)

05 enero 2017



 

“La sociedad vasca no quiere enfrentarse a su pasado traumático”


El historiador José Antonio Pérez, coordinador de un ambicioso estudio sobre el terrorismo en Euskadi, analiza la violencia, su respaldo social y la memoria de las víctimas

La memoria se encuentra en el centro del debate político en Euskadi. El relato de décadas de violencia es a día de hoy un foco de enfrentamientos en el que parece difícil encontrar unanimidad. El historiador José Antonio Pérez Pérez (Santoña, Cantabria, 1965) coordina un ambicioso estudio que se sumerge en el pasado reciente del País Vasco, analizando el fenómeno del terrorismo, su respaldo social y la historia y memoria de las víctimas. Un proyecto para cuatro años que surge de un convenio de colaboración entre el Centro Memorial de Víctimas y la universidad del País Vasco respaldado por el trabajo de prestigiosos historiadores y catedráticos.

¿En qué consiste la idea de este estudio?
Con el final de la violencia en el País Vasco se ha abierto un periodo en el que existe un gran hueco por llenar, el de contar lo ocurrido teniendo en cuenta a las víctimas, poner el foco sobre ellas. Sobre ETA y los grupos policiales que ejercieron la violencia se conoce mucho, pero sobre ellas todavía no.

Las víctimas son una parte importante del proyecto, pero también la sociedad.
El terrorismo es un fenómeno muy específico de violencia política y para llevarlo a cabo necesitó de la complicidad de miles de personas, de un sector significativo de la sociedad vasca que apoyó, jaleó, justificó y, en algunos casos, simplemente miró hacia el otro lado. Al mismo tiempo, hubo un sector mucho más minoritario que fue toda la trama política y social que rodeó al terrorismo y a la fuerza política que lo sostuvo, Herri Batasuna. Un sector de complicidades y chivatos en cada pueblo que fueron los que proporcionaron una información fundamental para la realización de atentados.
¿Hay una lucha por la historia en Euskadi?
En estos momentos se está produciendo lo que la izquierda abertzale ha llamado batalla por el relato. Cuando hace unos años la violencia tocaba a su fin el sector político que ha sostenido al terrorismo puso en marcha una operación de carácter memorialista con el fin de establecer ese relato del ‘conflicto político’, según el cual existieron dos bandos que mataron con la misma intensidad y los mismos apoyos. Como historiadores entendemos que hoy en día es un relato insostenible pero que ha tenido un importante eco en un sector de la sociedad vasca.
Precisamente esa es la primera de las tres líneas de investigación del proyecto, denominada ‘Nunca hubo dos bandos’. ¿En qué consiste?
Investigamos los apoyos sociales y políticos que tuvieron las diferentes organizaciones terroristas. Hay que tener en cuenta que el 92% de los asesinatos en el País Vasco los comete ETA y el resto son perpetrados por otras organizaciones como el Batallón Vasco-español, el GAL... La balanza está muy descompensada y, en el caso de la violencia policial y de grupos de extrema derecha, no hubo apoyos sociales de envergadura tras ellos, lo que desdice la existencia de dos bandos. Por lo tanto es un relato necesario.
La segunda línea consiste en un estudio biográfico tanto de víctimas como de victimarios.
Es un tema muy importante. Nos parece interesante saber en qué ambientes se educaron y socializaron los victimarios, qué tipo de personas ejercieron un liderazgo ideológico en sus primeras relaciones y cómo se produjo el salto de chavales con una ideología a terroristas. Del mismo modo nos parece representativo conocer los casos de las víctimas: no es lo mismo lo que vivieron los guardias civiles asesinados en el País Vasco que los políticos que sufrieron atentados o los empresarios que se vieron obligados a pagar el mal llamado ‘impuesto revolucionario’. Tampoco aquellas personas a las que se les colgó el sambenito de ser chivatos de la policía. Hay un denominador común, el del terror, pero éste tuvo diferentes mecanismos.
La tercera línea del estudio aborda ese aspecto, ¿qué se investiga?
Queremos conocer cómo se extendió el terror, cuáles fueron los mecanismos para que éste profundizase como lo hizo en la sociedad vasca. Analizar cómo funcionaron los mecanismos de control, de estigmatización en los pueblos, cómo se produjeron las campañas de hostigamiento contra personas que vieron su nombre pintado en una diana, o una serie de epítetos que anunciaban prácticamente su asesinato. También cómo se produjo esa campaña a través de medios informativos vinculados a la izquierda abertzale, carteles, fanzines y hojas clandestinas.
¿Puede calar a día de hoy esa tesis del conflicto que defiende la izquierda abertzale?
De hecho ha calado profundamente, no solamente en el sector que sostuvo al terrorismo sino en uno algo más amplio. Otra cosa es que esa versión que presenta a los miembros de ETA como gudaris, como herederos de los soldados vascos nacionalistas de la Guerra Civil, tenga éxito en un sector muy grande de la sociedad vasca. Pero no tenemos más que recorrer los pueblos de País Vasco para ver que existe una iconografía de carácter militarista y que ahonda en este relato.

Pero parece por tanto improbable a nivel general.
Esa visión sí, porque tiene un carácter limitado. Pero más preocupante que ésta es una versión que se está extendiendo y que presenta lo ocurrido en los últimos cuarenta años como la suma de diversas violencias. Bajo el paraguas del respeto a los derechos humanos se está difuminando la importancia fundamental del terrorismo.
¿A qué se refiere?
Evidentemente existieron otras formas de violencia y terribles abusos policiales pero lo que no se puede establecer es un relato de carácter equidistante. Como decía Hanna Arendt: “Donde todo el mundo es culpable, nadie lo es”. Hay que tener por tanto en cuenta quién fue el máximo responsable de esta violencia. Además, la violencia policial nunca tuvo un apoyo social y político importante. Sólo si llegamos a un relato riguroso de nuestra terrible historia pasada podremos comenzar a caminar hacia adelante.
¿Quiere la sociedad vasca enfrentarse a ese relato actualmente?
No. A la sociedad le interesa un tipo de relato más autocomplaciente, uno en el que todos fuimos culpables, porque para que el terrorismo tuviera la profundidad que tuvo contó con el apoyo de miles de personas de forma directa y con otro tipo de apoyo, el de los que no hicieron nada, el de la gente que miró hacia otro lado. Para un sector importante de la sociedad, que a día de hoy está en contra del terrorismo pero que entonces no se movilizó contra él ni tuvo una palabra amable con las víctimas, puede resultar muy incómodo enfrentarse a lo ocurrido.
Eso sin embargo es algo habitual en territorios que han sufrido la violencia.
Sí, no es muy diferente de otros fenómenos vividos en distintos países. La Francia de después de la II Guerra Mundial inventó un relato que magnificaba la labor de la resistencia francesa, algo que ahora sabemos que es mentira: hubo más personas que apoyaron al gobierno de Vichy que aquellas que se enfrentaron al nazismo. En países del este tras la caída del muro de Berlín o en Polonia y Hungría ahora mismo, se está reelaborando un nuevo relato histórico que trata de echar tierra sobre lo ocurrido, de dulcificar aquellos periodos donde una parte de la población colaboró con las persecuciones políticas. El caso vasco y esa manipulación por tanto no es algo excepcional. La sociedad vasca no quiere enfrentarse a su pasado traumático, no es cómodo y no lo será durante mucho tiempo.
¿Hay riesgo de desmemoria en ese sector de la juventud cada vez más numeroso y que apenas tuvo contacto con el terrorismo?
Absoluto. Hace poco se hizo un estudio en las tres universidades vascas y la mayor parte de los estudiantes, que tenían en torno a los 19 años, no tenían ni idea de lo que había ocurrido en el País Vasco los últimos cuarenta años. Confundían a Miguel Ángel Blanco con Carrero Blanco, desconocían los apoyos que había tenido la organización terrorista... Es un peligro que corremos. A los chavales jóvenes esto les suena como a gente de mi generación las guerras carlistas, es decir, algo que sucedió hace mucho tiempo.
Lo cierto es que los universitarios de hoy en día apenas han tenido contacto con la violencia.
Claro. Muchos de ellos nacieron a finales de los noventa y como mucho la imagen que pueden tener es la de algún atentado tardío como el de la T4, pero no conocen todo lo que hubo detrás del terrorismo, todo el apoyo social.
¿Habría que introducir esta historia reciente en las aulas?
Sin duda. Dentro de los programas de estudio no se contempla la posibilidad de estudiar lo que ha sido el terrorismo. Si no se incluye en el currículum y se dan materiales específicos a los profesores, en poco tiempo el terrorismo interesará sólo a las víctimas o a quienes investigamos el pasado. Sí que existen iniciativas en las que víctimas tanto de ETA como de grupos policiales cuentan sus experiencias en las aulas. Sí, y eso a nosotros como historiadores nos parece muy bien, aunque consideramos que carece de un contexto histórico que pueda explicar la dimensión de lo que verdaderamente fue. Porque si eso no se incorpora a un programa de historia, la experiencia puede quedar como cuando víctimas de accidentes de tráfico van a contar su terrible testimonio. Los chavales se sienten conmovidos, pero si no les hablamos de cómo y cuando surge el terrorismo, de qué fue la dictadura, la democracia... Si nos les hablamos de todo ello, al final no tienen una idea real de lo que fue ese fenómeno.
Opinión:

Nuevo año, errores viejos.
Nuevas entrevistas con especialistas que se dedican a hablar de memoria, dignidad, historia, verdad…. relacionándolo con “las” víctimas del terrorismo”.

Que “la sociedad vasca no quiere enfrentarse a su pasado traumático” no lo veo correcto, no entiendo que sea cierto. Es una parte de la sociedad vasca (mayor  o menor según opiniones) la que no quiere enfrentarse a ese pasado pero no creo que sea “la” sociedad en su conjunto. Me consta que hay personas, entre las que debe incluirse a muchas víctimas, que se enfrentan cada día a ese pasado. Algunas por que lo vivieron en su entorno y otras porque lo vivieron directamente.

Por otro lado, ya empieza a ser cansino escuchar o leer acerca del tema de la educación o el conocimiento que sobre el terrorismo existe en las escuelas o institutos. Quizás el error lo cometen aquellos que aprovechan el terrorismo para influenciar ideológicamente en los alumnos o para presentar relatos que no son verídicos.

Estoy muy cansado de hablar constantemente con gente que habla sobre el terrorismo como algo muy particular, que ha podido afectar a unas zonas muy concretas del País Vasco, como si los atentados de la banda terrorista ETA no hubieran ocurrido también en otros puntos del país.

¿Qué le parecería al señor José Antonio Pérez hablar, investigar, conocer a víctimas de otros lugares? Quizás se le ampliarían las miras y, sobre todo, sabría que existen personas que dentro o fuera del País Vasco no tenemos ningún temor a enfrentarnos al pasado por muy duro y dantesco que éste fuera.

Por cierto, eso de que “nunca hubo dos bandos”… hay víctimas que llevamos media vida repitiendo esa frase. ¿Le interesa conocernos o es mejor circunscribir la “investigación” al territorio propio? Haciendo eso la “investigación” siempre quedará incompleta, porque desconocerá la opinión de cientos de víctimas del terrorismo que tenemos el mismo derecho a opinar sobre ese desastre.

Con todo el cariño… hacer “un ambicioso estudio que se sumerge en el pasado reciente del País Vasco, analizando el fenómeno del terrorismo, su respaldo social y la historia y memoria de las víctimas” sin contar con las de otros lugares es una nueva demostración de que, por desgracia, todavía existe la impresión de hay víctimas de primera y de segunda. Así los estudios ya empiezan torcidos. Pero, evidentemente, la banda terrorista ETA nunca causó un atentado como el de “Hipercor” en el País vasco. Ya me lo dijo en una ocasión un “especialista en el conflicto vasco”: “es que en un centro comercial de Euskadi podría estar algún familiar de los terroristas”.

 


Pues eso. 

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