jueves, 23 de marzo de 2017

23 marzo 2017 El Mundo del Siglo XXI (opinión)

23 marzo 2017



Sólo terror
Combatir a grupos como el Estado Islámico exige eliminar proseletismo, que es tan fanático como movilizador
Atentado terrorista en Londres: cuatro muertos, entre ellos el atacante
Europa, bajo una amenaza permanente

El 11 de noviembre de 2016, tan sólo unos días antes del atentado de Berlín en el que un terrorista lanzó un camión de gran tonelaje contra una multitud, la revista 'Rumiyah', una de las herramientas del siniestro aparato de propaganda del Daesh, recogía con escalofriante precisión, bajo el título "Just Terror Tactics", las instrucciones para causar una matanza utilizando precisamente grandes vehículos. "Los vehículos son como los cuchillos, porque es extremadamente fácil adquirirlos. Pero a diferencia de los cuchillos, que generan sospechas si son descubiertos, los vehículos no generan absolutamente ninguna duda, debido a su uso extendido en todo el mundo".
Unos meses después, esta vez en Londres, en macabra coincidencia con la conmemoración dolorosa del atentado de Bruselas, ha sido un vehículo todoterreno el arma utilizada por un terrorista para cometer un nuevo atentado contra objetivos civiles en un lugar especialmente emblemático, cargado de simbolismo, como es el puente de Westminster, en las inmediaciones del Parlamento Británico.
En ese mismo número de la revista 'Rumiyah' y bajo el mismo siniestro titular aparece una cuidada descripción gráfica sobre cómo realizar ataques con cuchillo, definiendo desde el tipo ideal de arma blanca y cuáles deberían evitarse por no ser adecuadas para causar la muerte (cuchillos de cocina o navajas) hasta las partes del cuerpo a las que dirigir el ataque y el tipo de víctima a seleccionar en función de los objetivos.
Con la prudencia que exige cualquier afirmación que se realice pocas horas después del atentado, todo parece indicar que el terrorista de Londres ha seguido al pie de la letra el manual de instrucciones del Daesh y ha confirmado, una vez más, la amenaza real que suponen los actores solitarios en Europa y que en los últimos años se ha convertido en la principal preocupación de las autoridades comunitarias en el ámbito de la seguridad interior.
En el relato de los terroristas todos los elementos de la puesta en escena tienen importancia pues están encaminados a un objetivo que no es otro que provocar un estado de terror en la población. Así lo recoge la definición de terrorismo de Naciones Unidas y también nuestro Código Penal en su artículo 573. Es tan evidente como doloroso constatar, una vez más, que el terrorismo yihadista pone el máximo empeño en este criminal propósito y que una gran ciudad europea vuelve a ser el objetivo del fanatismo más destructivo.
En esta ocasión, como en atentados anteriores, la proximidad geográfica y cultural del lugar del atentado nos estremece de forma especialmente intensa. Sin embargo, no olvidemos que según el Global Terrorism Index de 2016, publicado por el Institute for Economics and Peace, el terrorismo causó en 2015 la muerte de 29.376 personas. Una cifra absolutamente impactante que, sin embargo, supone un descenso del 10% en el número mundial de víctimas, con respecto a 2014. Un segundo dato que resulta revelador: el 72% de las muertes por acciones terroristas se concentran en cinco países: Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria. Un tercer dato a tener en cuenta: el balance de 2015 muestra que en los países de la OCDE las muertes por terrorismo en 2015 aumentaron un 650% con respecto a 2014. Un total de 21 países pertenecientes a la OCDE sufrieron al menos un ataque terrorista en dicho período.
El Daesh es el mayor exponente de la crueldad en este incremento de la violencia terrorista, no sólo por el especial ensañamiento de sus acciones, dirigidas deliberadamente contra la población civil y orientadas a causar el mayor número de muertes, sino por el aparato de apología, captación y difusión utilizado por la organización criminal para expandir su doctrina fanática y, lo que es más preocupante, conseguir la adhesión de individuos que, sin establecer ningún vínculo orgánico y, en muchos casos, sin llegar a entrar en contacto con la organización ni recibir instrucciones, son capaces de impregnarse de fanatismo hasta el punto de convertirse en actores o ejecutores solitarios en nombre del delirante totalitarismo inoculado eficazmente desde las redes sociales. Nunca una organización terrorista había resultado tan eficaz en el manejo de su instrumental de comunicación.
El Daesh ha mantenido una lucha tenaz por el liderazgo de la yihad internacional y para ello no sólo ha pretendido consolidar el "Califato" (auténtica pretensión de soberanía de una organización terrorista sobre un territorio y una población), sino que ha puesto especial empeño en las acciones de propaganda y enfrentamiento con Occidente. Es evidente que se ha producido un retroceso irreversible en el control del territorio, pero todavía queda mucho por hacer en el terreno de la propaganda. Combatir al Daesh eficazmente exige -probablemente es el reto más difícil- eliminar su proselitismo tan fanático como movilizador.
La permeabilidad de determinados individuos a los mensajes de la propaganda terrorista, cuidadosamente suministrados en un formato seductor (lenguaje persuasivo, imágenes de violencia extrema, incluso música de ritmo intenso), es una de las claves del éxito de esta tercera oleada de terrorismo yihadista. Junto a diversos y complejos factores de tipo personal y social, no debemos desdeñar la existencia de un porcentaje de individuos afectados por desórdenes mentales (algunos estudios estiman que el 35%) que resultan atrapados por las consignas terroristas, aunque según esos mismos estudios el porcentaje es más elevado en el caso de actores solitarios de extrema derecha y mucho más en el caso de los llamados "school shooters", entre los cuales el porcentaje de enfermos mentales ronda el 63%. Es inequívoco, por tanto, que existen poderosos elementos de convicción que conducen a la radicalización criminal y que deben ser identificados y neutralizados.
Los ataques que ha sufrido Europa en los últimos años persiguen, como explica Gilles Kepel "fomentar una guerra de todos contra todos destinada a hacer implosionar al Viejo Continente". Es indudable que ese efecto se consigue no sólo a través de masacres como la de París, Bruselas, Berlín o Londres, sino también sembrando la discordia y generando la desafección hacia los principios y valores largamente cultivados en los que se asienta la civilización europea. El ejemplo de Alemania es también revelador si constatamos que durante el mismo año 2015 los delitos de odio se incrementaron en un 77% y, en particular, los de carácter xenófobo aumentaron más del 116%. Si lo que pretenden los terroristas es la implosión de la vieja Europa, sembrar la discordia del extremismo puede ser, desgraciadamente, una estrategia eficaz.
Precisamente por esta razón, se confirma que frente a la amenaza terrorista debe construirse un ecosistema de fortaleza cívica, unidad política, eficacia policial, comunidad de inteligencia y cooperación internacional. En España esos firmes principios frente al terrorismo permitieron la derrota de ETA, tras un profundo sufrimiento, que demostró a la postre la superioridad moral del Estado de Derecho y de la sociedad civil, nunca doblegada por el totalitarismo del terror. Estos mismos principios y convicciones cuajaron en un pacto político de singular valor frente al yihadismo, adoptado por la mayoría de las fuerzas del espectro político en 2015. Lamentablemente, no todas.
Es precisamente esa fuerte legitimidad política la que permite contar con un marco jurídico adecuado en el que realizan eficazmente su trabajo las fuerzas y cuerpos de seguridad, jueces y fiscales. Los resultados, por cierto, también se miden. En el informe de Europol TE-SAT 2016 ('Terrorism Situation and Trend Report') España es el segundo país de la Unión Europea en número de detenidos por terrorismo en 2015 (187), seguida sólo por Francia y lidera el número de condenas firmes por terrorismo impuesta por los tribunales de Justicia. La serena defensa de nuestros valores y convicciones y la confianza en la fortaleza del Estado de Derecho deben seguir siendo el patrón de nuestra acción tenaz contra la más grave amenaza a la seguridad a la que nos enfrentamos en Europa.

Opinión:

aparte de coincidir con el análisis de Francisco Martínez (ex secretario de Estado de seguridad español), me gustaría recordar un tema que está olvidado por prácticamente todos los agentes “especialistas” involucrados en la cuestión: ¿ya se ha procedido al cambio legal en lo relacionado con las cuestiones indemnizatorias de los españoles que puedan sufrir un atentado en el extranjero?

Hola…. ¿hay alguien en el Ministerio o en la Fundación o en….?

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