jueves, 11 de mayo de 2017

09 mayo 2017 La Voz de Galicia (opinión)

09 mayo 2017 



«Los padres de los tres jóvenes murieron sin haber podido recuperar los cuerpos porque no le importó a nadie»

Han pasado 43 años desde que Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García cruzaran la frontera francesa para ir a ver El último tango en París. De aquel viaje no regresaron. Los tres jóvenes coruñeses fueron capturados por ETA, que los confundió con policías, los asesinó y los hizo desaparecer.
 Ayer el Ayuntamiento, a propuesta del PSOE, decidió honrar su memoria tras muchos años de olvido y sin que jamás se esclarecieran esos hechos ni se encontraran los cuerpos. Socialistas, populares y la Marea levantaron la mano para defender la moción. La única edila del BNG se abstuvo. El acuerdo incluye «trasladar a las familias el apoyo y reconocimiento por el dolor de estos años de pérdida y silencio», además de bautizar tres calles con los nombres de los coruñeses asesinados. Además, el Ayuntamiento pedirá al Gobierno de España que prosiga con las investigaciones para dar con el paradero de los restos y devolverlos a sus familias.
«Los padres de los tres ya murieron y los hermanos de Jorge también, sin haber podido recuperar los cuerpos porque no le importó a nadie», cuenta Isabel Fouz, hermana de Humberto, que lleva cuatro décadas luchando porque el caso no se olvide y porque de una vez se haga justicia. El asunto nunca se investigó a fondo y la Justicia lo fue dejando. «No era importante y se dejó morir la cosa», dice Fouz, que aún tiene sentimientos de culpa porque a su hermano, que tenía 29 años y sabía nueve idiomas, lo llamó ella para que se fuese a su casa en el País Vasco porque allí había trabajo.
Isabel Fouz agradece el gesto del Ayuntamiento y pese al tiempo transcurrido no pierde la esperanza de poder enterrar algún día a su familiar: «Te tienes que agarrar a algo, si no, a ver qué haces, siempre queda una ilusión, dice».
Fouz cree que seguramente los terroristas que asesinaron a los tres coruñeses ya habrán muerto, «pero hay gente ahí que sabe de sobra dónde están», dice, y cree que ahora, con la banda entregando las armas, tal vez es un buen momento para que alguien hable y diga dónde están.
En el año 1973 ETA tenía otra imagen pública y ocultó los hechos para no deteriorarla en España. Además, Francia miraba para otro lado. «Ellos eran tres simples trabajadores», dice. Intentó mover el asunto con escaso éxito en numerosas ocasiones. «Mayor Oreja nos dijo que sí, sí y sí, pero hasta perdió la documentación que le dimos en mano», cuenta. No hubo forma. Al menos la ciudad honrará ahora la memoria de las víctimas de tamaña injusticia.

Opinión:

Una víctima residente en Galicia me aporta la información presentada. Es un tema que, ciertamente, quedó en el olvido y debería ser investigado con el mayor interés posible porque no es lógico que en un país que se llama adelantado hayan tres muertes todavía por aclarar.
Pero en la noticia aparece una información que puede sorprender a algunos lectores y que confirma la sospecha de que hay representantes políticos que muestran interés en “las” víctimas del terrorismo y tiempo después se olvidan…

Lo que me sorprende más todavía es que, seguramente con la mejor intención, puedan haber personas que entreguen documentación a un político sin registrarla en ningún estamento, sin tener un solo documento que acredite esa entrega, sin tener un solo papel donde aparezca un sello de entrada o una fecha de inicio de la gestión correspondiente… con la consecuencia de que conocer el destino de esa documentación o qué gestiones se han podido realizar es tarea imposible. 

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