miércoles, 18 de abril de 2018

18 abril 2018 Diario Vasco (opinión)

18 abril 2018 


Catalunya y terrorismo

El concepto 'terrorismo' no es sólo una cuestión jurídica. Define una realidad fundamentada en el uso estratégico de la coacción. Sus evidentes connotaciones negativas han contribuido a que prácticamente desde los años 40 ningún grupo que ha practicado el terrorismo haya querido admitir la definición. Al margen de la organización criminal judía Lehi, acrónimo hebreo de Lohamei Herut Israel -Luchadores por la Libertad de Israel-, que asumió practicar el terrorismo, quienes lo ejercen o lo han ejercido suelen vincular su actividad con la supuesta búsqueda de la libertad -Euskadi Ta Askatasuna-, con conceptos militares -Ejército Republicano Irlandés- o con movimientos de defensa propia -Movimiento de Resistencia Afrikáner-. Esto es así por una cuestión de relato, pero al margen del relato sí es posible determinar qué es terrorismo y qué no lo es.
Este debate se ha colado en la agenda pública a raíz del arresto en Cataluña de una de las responsables de los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR). Pese a que finalmente el juez suprimió la acusación por terrorismo, líderes de partidos políticos ya habían criticado la detención advirtiendo de que «terrorismo es pegarle un tiro en la nuca a un rival político o poner una bomba lapa». Sin embargo, este tipo de declaraciones se limitan a replicar la percepción social en torno al terrorismo, generada en gran parte por décadas de atentados de ETA y en menor medida por la amenaza yihadista, pero poco tienen que ver con el análisis del fenómeno terrorista, más relacionado con la generación de estados de ánimo que con la violencia como herramienta.
El profesor estadounidense Bruce Hoffman, considerado uno de los mayores expertos del mundo en terrorismo, define el fenómeno como «la creación deliberada y la implementación del miedo a través de la violencia o la amenaza de la violencia con el propósito de alcanzar un cambio político». Añade que el terrorismo, un acto sistemático de violencia o intimidación, se calcula y se planifica; y que los terroristas buscan obtener el poder que no pueden obtener de otra manera para acometer un cambio político.
Por otro lado, desde 2012 existe en la Unión Europea una definición armonizada de terrorismo que, lejos de delimitar el fenómeno en virtud del tipo de agresión violenta, de si esta se perpetra bajo una siglas o no, incide en que los delitos de terrorismo son los delitos tipificados cuyo autor cometa con tres fines: intimidar gravemente a una población, obligar indebidamente a los poderes públicos o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo, o desestabilizar gravemente o destruir las estructuras fundamentales políticas, constitucionales, económicas o sociales de un país.
La decisión marco, replicada en una directiva europea de marzo de 2017, no se queda ahí. Incluye un listado de acciones que, ejecutadas para alcanzar los fines mencionados, se encuadran en actos de terrorismo. En ese listado, además de atentados contra la vida o secuestros, también aparecen cuestiones relativas al apoderamiento ilícito de medios de transporte, la destrucción de sistemas informáticos que puedan causar perjuicio económico, la provocación de incendios con el objetivo de poner en peligro vidas humanas o la amenaza de ejercer cualesquiera de estas conductas. Así, del mismo modo que distinguir hoy el terrorismo internacional del terrorismo global o del transnacional no equivale a restar importancia o impacto a ninguna de esas variables de terrorismo, discernir entre el terrorismo del tiro en la nuca y el del amedrentamiento social no debe conllevar vaciar de contenido el segundo.
Esto, aplicable al terrorismo de ETA, lo han venido diciendo entidades como la Audiencia Nacional o el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. La Audiencia, en la sentencia 39/2008, reflejó que la campaña Alde Hemendik, de acoso a miembros de las Fuerzas de Seguridad de Estado, «fue encargada por ETA a los movimientos de la izquierda abertzale para fomentar la presión social sobre miembros de la Guardia Civil y su expulsión de los locales de ocio». El TSJPV, por su parte, expuso el 26 de abril de 2016 que «tras el cese definitivo de ETA, sigue plenamente vigente para la organización terrorista y su entorno la campaña Alde Hemendik».
Al margen de los pronunciamientos judiciales, la propia ETA admitió desarrollar estrategias encuadradas en el terrorismo del amedrentamiento social. Lo hizo en un documento incautado en la sede de Gestoras Pro-Amnistía de Pamplona. En él defendió que «la guerra psicológica tiene que ser una de las bases de la lucha contra la represión». Por ello, con el objetivo de «multiplicar las consecuencias del síndrome del norte», propuso «no venderles a las fuerzas opresoras pan ni leche [sic]», «cortarles la luz y el agua» o el lema «txakurras en los bares, no».
Cataluña vive inmersa en un contexto en el que el independentismo ha puesto en tela de juicio la legitimidad del Estado de derecho, la de la ley como elemento vertebrador de democracias y la de los funcionarios públicos que velan por su aplicación. Entretanto, la actividad de los CDR, así como la de otros colectivos, ha despertado la preocupación de las Fuerzas de Seguridad por su posible deriva hacia la puesta en práctica de estrategias terroristas. Con todo, es importante destacar que la banalización del terrorismo no llegará como consecuencia de la prevención y persecución de todas sus variables, sino a raíz de la construcción de un relato público que defina un acto terrorista exclusivamente en función de las herramientas utilizadas para perpetrarlo.

Opinión:

Con toda sinceridad, hubiera preferido mil millones de veces que el viernes 19 de junio de 1987 los etarras hubieran cortado mil calles en Barcelona y levantado todas los peajes de Catalunya a sufrir las consecuencias del atentado en Hipercor. En aquella época la legislación era mucho mas benévola para los terroristas pero aun y así lo hubiera preferido.
Y no solo yo sino muchas victimas con las que hablado de estos temas en los últimos días. Con muchas pero no con todas, porque parece que algunas hubieran deseado tener muchas mas heridas y secuelas de las que realmente tuvieron.
Pero poner en la misma definición delictiva un atentado terrorista y según que otras cosas me demuestra que hay gente que nunca sabrán lo que es un atentado ¿quizás porque no lo vivieron realmente?
Vivir para ver.


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