viernes, 11 de mayo de 2018

06 mayo 2018 (05.05.18) (10) La Vanguardia

06 mayo 2018 (05.05.18) 



Temprano tiempo para el olvido
Sandra Barneda


Mientras avanzamos hacia una sociedad cada vez más insensibilizada con la violencia o el dolor ajeno, nuestros muertos se resisten a permanecer en la memoria del olvido. Decía acertadamente Rosa Montero en La ridícula idea de no volver a verte que “sólo los nacimientos y las muertes se salen del tiempo: la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgas­tamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina” .
ETA anuncia su disolución definitiva, con la intención de cerrar una época negra de 60 años de actividad de la banda terrorista. La palabra impunidad ha reabierto heridas nunca cerradas y puesto el acento no en la disolución de ETA, sino en su derrota. “Los terroristas serán perseguidos por las fuerzas de seguridad allá donde se encuentren –ha afirmado el ministro Zoido– para detenerlos (…) y así recuperar la memoria de todas las víctimas del terrorismo”. Existe demasiado dolor para enterrar la sed de justicia a favor de un proceso de disolución conciliada con el Estado. El recuento de su historia en muertos: 853 asesinatos, más de 2.500 heridos y 10.000 extorsionados. Esos muertos sacaron del tiempo a muchas familias que siguen en el intento frustrado de volver al carril de la vida pasada recubierta de trivialidades.
Han pasado muchos años, pero para las víctimas de los terribles y sangrientos atentados, no existe más que la nada después de su muerto. El dolor sentido poco tiene que ver con el verbo y mucho con un gran golpe en el estómago que te deja sin oxígeno y sin media vida. Pero la política camina por encima de los sentimientos y debe actuar para proceder a ese estado de paz que es capaz de cicatrizar el dolor colectivo. Sin un cierre definitivo los historiadores alertan que en un futuro podrán reabrirse heridas y provocar nuevos brotes de violencia.
El Gobierno no puede dar la espalda a todo un pueblo que espera respirar sin dolor, sin angustia…, respirar en paz. El Gobierno no puede permanecer de espaldas a la posibilidad de remendar las heridas, debe buscar el modo de recuperar la memoria para el olvido y el descanso de todos. ETA ha reconocido “la responsabilidad directa y el dolor causado” por seis décadas de violencia, pero un par de frases son insuficientes para demasiada historia de sangre a nuestras espaldas. Las víctimas se han unido al grito de ¡Justicia! Porque, insisten, el perdón debe seguir siendo algo íntimo y personal. ETA no contempla la posibilidad de colaborar con la justicia en los más de 300 crímenes que aún hoy están sin resolver. Las armas entregadas están limpias de huellas y el silencio es un mandato para todos.

Esta semana se han removido las aguas del dolor de una historia sangrienta que sigue teniendo demasiadas piedras en el camino para poder resolverse en la calma precisa. No sirve el olvido, ni cabe enterrar el dolor que aún se llora por dentro. ETA quiere que el tiempo del olvido vuelva demasiado rápido, sin colaborar ni pedir el perdón necesario para construir un sendero nuevo. Las carnes siguen demasiado abiertas y enfrentadas en el silencio tenso del dolor agudo de sus víctimas y todo un pueblo, el vasco, que trata sin demasiado éxito de huir hacia delante. ETA terminó, pero la paz no llega cuando termina la violencia.

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